Realizar un sueño

Comienzo la semana llena de ilusión, el proyecto comienza a darse a conocer y cada día hay más manos que se suman y más muestras de apoyo en mi buzón de entrada. No doy crédito a como poco a poco este pequeño sueño se agranda a través de la cooperación.

Tejiendo la Vida es una idea que surgió del trabajo colaborativo con otras mujeres en Pollença, una población de Mallorca, allí me di cuenta que cuando un grupo de mujeres se junta, todo es posible, porque somos creadoras y creativas. Por eso este sueño es la reivindicación de que la mujer necesitas espacios y lugares de encuentro.

He pasado un par de años de dificultad profesional, me sentía perdida y necesitaba encontrar una motivación a mi día a día. Tejiendo la vida se ha convertido en esa motivación, en esa alegría que hace que cada día sea un reto. Un proyecto en el que estoy trabajando desde hace más de un año.

Cuando me escribís y me contáis como os resuena todo esto, me doy cuenta que mi intuición era cierta, y me emociono sientiendoos tan cerca, aunque no os conozca en persona.

No se como agradecaros vuestro apoyo, vuestra ilusión, vuestras ganas de participar (aún las que no sabéis hacer ganchillo)

Gracias a Bego, por compartir su trabajo conmigo, sus preciosas obras las podéis ver en el taller de llana. Gracias Mari, por ayudarme colaborando con tus piezas y reuniendo a ganchilleras en disfrutando del crochet.

Gracias Carmen por compartir mi ilusión en asprodema y regalarme esas maravillosas palabras que aún resuenan en mi.

Gracias Verónica, amiga y compañera, que estando tan lejos te siento tan carca, eres una mujer araña tejedora de sueños.

Gracias Inma, Rut, Mari Carmen, por vuestras manos creativas y delicadas que están construyendo un sueño.

Gracias a mi mamá que fue la primera tejedora. Gracias a mi tia Antonia y a mi prima Maria que se han currado unas piezas espectáculares. A Amparo por querer aprender sólo para participar.

Gracias Rosa, Raquel, Maite, Beatriz, Ana, Yadi, Bawar, Evelyn, Laura, Elisa, Victoria, Verónica, Norita, Marie, Gladys, Marisa, Elenita, Eugénia… y tantas y tantas mujeres (y hombres que también los hay) que siguís este proyecto.

Y sobretodo gracias a mi compañero de vida, con el que cada día tejo sueños y esperanzas, el que me apoya y me anima para que esta locura se materialice, el que siempre me dice: nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo

 

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Mujeres y círculos

Desde hace bastante tiempo vengo observando (en mi misma y en mi entorno) la necesidad de buscar un espacio, un espacio de acompañamiento, de encuentro, un espacio donde compartir, un espacio donde poderme quitar los pesos del día a día y sentirme cobijada entre manos amigas. Y al mismo tiempo poder acompañar, dar y cobijar.

Como todas sabéis durante siglos las mujeres se han juntado para hablar y compartir, para ayudarse y sanarse mutuamente, en espacios donde todas podían sentirse seguras y ser ellas mismas.

Llevaba ya tiempo con la idea en la cabeza de montar un círculo de mujeres. Desdes que tuve a mi hija y estuve en diferentes grupos de lactancia pude comprobar como, cuando estamos en un lugar, y un espacio que nos pertenece, las mujeres podemos ser increiblemente generosas y cuidadosas las unas con las otras.

Desde mi punto de vista considero que la sociedad  se ha encargado de rivalizarnos y enfrentarnos. Vivimos en una sociedad altamente competitiva, desde la más tierna infancia, se nos compara, se nos clasifica, se nos evalúa y en el caso de la mujer es constante.

Desde nuestra apariencia, a nuestra capacidades, la mujer sufre un juicio constante sobre su persona. De tal forma que al final, nosotras terminamos por ser nuestras peores enemigas. Nos distanciamos de nuestro verdadero ser, y dificilmente podemos dejar la autocrítica de lado y aceptarnos. Aceptarnos desde el corazón, con nuestro defectos y nuestras virtudes, como haríamos con cualquier ser querido.

¿Porqué nos cuesta tanto querernos?

Pues bien, yo estoy en ese dificil proceso. Permitirme compartir con vosotras mi experiencia, pues creo que  antes de la aceptación de una misma, con su lado de luz y su lado de oscuridad, debemos pasar por conocernos en profundidad.

Y que mejor forma de conocernos que a través de la mirada de otras mujeres, que se encuentran también en ese camino, de búsqueda, de entendimiento, de conciliación.

El fin de semana pasado tuve la inmensa suerte de conocer a Jesusa Ricoy una maravillosa mujer a la que hacía tiempo que seguía por las redes sociales por su postura comprometida en favor de la mujer. Fue una causalidad? que vieniera a Alicante, que diera un taller vivencial, que hubiera una plaza para mi y que además coincidiera allí con un grupo de excepcionales mujeres.

Ha sido un fin de semana emotivo y de aprendizaje intenso, de llorar, de reir, pero sobretodo de compartir, de sentirme en casa. En ese lugar en el que no te sientes juzgada, ni criticada, ni en juicio. En ese lugar de paz y aceptación.

Y que bello regalo ha sido, que todavía me emociono al recordar cada minuto de esa experiencia. Pues todas tenemos esa capacidad de contener a la otra, de cuidar y de ayudar.

Mujeres con vidas diferentes, con personalidades diferentes, con sueños diferentes, con obstáculos diferentes, pero con un gran corazón en común.

Desde que empece a trabajar en este proyecto, sentí (desde mi intuición, esa que había silenciado durante años) que esto era sobretodo una metáfora de lo que significa ver lo común en lo diverso, tejer a pesar de las distancias, de los roles o de las diferencias.

Después de este fin de semana creo que es importantísimo que las mujeres nos juntemos para compartir, en cículo.

Ese círculo mágico, donde cualquier cosa puede ocurrir.